MATADERO MADRID, 2008
Los cuartos de maravillas son microcosmos de su época, con un especial gusto por el eclecticismo y la sorpresa.
Se discute si ocupan un papel transicional en la ciencia moderna o más bien pertenecen a la poesía. Los más famosos, como los de Olaus Wormius o Athanasius Kircher, reunían esqueletos, fósiles, herbarios, caparazones, exvotos, autómatas de relojería, y aun piezas singulares como el cordero de Escila (cierto helecho de supuesta naturaleza animal) o una exhibición comparada de cuernos de narval y de unicornio.
Astrolabios, porcelanas, corales, nautilus, huevos de avestruz, volúmenes de alquimia, gotas de sangre de dragón, huesos de cereza tallados… todos hallaron su lugar en las colecciones de príncipes y poderosos.
La maravilla comprende tanto las naturalia como las artificialia, lo maravilloso de lo contemplado como el maravillamiento del contemplador.
Un impulso decisivo fueron los viajes de descubrimiento y el encuentro con las Américas. Se habló de una «era del asombro».
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