28/11/10

Brecht, el revolucionario

Puede decirse que heredó el espíritu romántico, por su afán de comunión con el pueblo, y el espíritu expresionista, por su entrega al impulso vital. Pero su intención verdadera fue subvertir todo el patrimonio recibido como alta cultura. Brecht es el paradigma de artista revolucionario.

Fue su militancia marxista lo que lo hizo célebre: el arte verdadero ha de eliminar las adherencias capitalistas que lo convierten en un intercambio de mercancías. Se trata de crear un mundo que vuelva a ser «manejable» (handhabbar). Para ello emplea un lenguaje ordinario, contrario al de los «delicados sonadores, portavoces sentimentales de una burguesía a punto de expirar», y se muestran comportamientos igualmente ordinarios, opuestos a la aretés aristotélica o a la virtud cristiana. En su teatro épico (episches Theater), renombrado luego como «dialéctico», el arte asume funciones ideológicas: es el intelectual, remangado y disfrazado de obrero, quien suministra al pueblo respuestas existenciales.

Brecht se convertiría en cima del buenismo rojo, esa especie de cristianismo sin Dios en que algunos intelectuales creyeron. Abandonados los valores y la religión, la exigencia de justicia del hombre para el hombre se convierte en un absoluto:

      «Sabe, mujer, que el que no quiere escuchar la llamada de socorro,
      el que pasa tapándose las orejas, ése, nunca más escuchará
      la tierna llamada del ser querido, ni el mirlo al amanecer, ni
      el suspiro feliz de agotado vendimiador a la hora del Ángelus.
»

Su obra, tanta veces dura y descarnada, terminó chocando con la imagen de socialismo feliz publicitada por el partido. Hubo tensiones, acusaciones y amenazas con la dirección del SED y la Stasi. Aún circulan sospechas sobre las circunstancias de su muerte.

La obra brechtiana adolece de una contradicción que dificultó desde el principio su recepción. El autor, pese a sus premisas de llaneza y accesibilidad, solamente lo es para una élite intelectual y bien formada. Se apoya en recursos formales de interés muy minoritario. Quiere llegar al obrero, pero le ofrece una obra ardua y poco atractiva.

En algunos poemas de exilio, aflora un Brecht que entona el clasicísimo «menosprecio de corte y alabanza de aldea». Alejado de las catervas sindicalistas, contempla botes de pescadores ante las costas escandinavas. Estuvo algo más cerca de la belleza de las cosas sencillas.


No hay comentarios:

Publicar un comentario