Condujo varias horas hasta alcanzar aquella población. La carretera dificultosa y mal señalizada. Tampoco la entrevista iba a ser cómoda. Tras un rato, el diálogo tomó un giro más personal. Le respondió que vivía apartado porque trabajaba y necesitaba tiempo; no le interesaba la popularidad. Preguntó si jugaba a ser filósofo.
–Si yo fuera filósofo, le hablaría del olvido del ser, por ejemplo, y le diría que los verdaderos problemas no llegan a ser formulados. Algo así, ¿no? Pero la verdad es que cualquier niño toma conciencia del misterio del ser, y que cualquier persona rodeada por la muerte (todas, tarde o temprano) se plantea las verdaderas preguntas. Cada quien encuentra sus respuestas. Las que sean.
La entrevista salía del guion. Miró entonces la pantalla del teléfono móvil y sin una razón concreta, tal vez por ganar tiempo, pensó en hacer una llamada.
–Mire, se está haciendo de noche. Lleve el arma cargada y no se distraiga buscando citas hegelianas. Su único problema es regresar a la ciudad. Poder volver a casa.
2/5/11
Caminos de bosque
Foto: Abbas Kiarostami
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Un final que se acerca al western. Hermosa fotografía.
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