18/5/11

Numinoso

Karl relata el primer recuerdo de su vida, a los dos años de edad, cuando la niñera los condujo al lecho de muerte de su abuela. «Allí reinaba una atmósfera extraña: la presencia física de la muerte, un rayo de sol y partículas de polvo suspendido, el silencio, la penumbra de la casa, un insólito olor a cera». En cierto modo ya nunca abandonó esa habitación. «Sé que mi experiencia en las trincheras de Verdún no fue la misma que la de mis compañeros de batallón. Puedo decir que había pisado el otro lado, que sabía lo que había detrás. Veía la carnicería provocada por un obús, pero reconocía también la máscara cerúlea de la muerte».


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