Más allá del escenario y los personajes tipo, la clave del western no es la ausencia de ley, el «estado de naturaleza», sino más bien que existe una ley, pero insuficiente y corrupta. Se trata de un espacio vital expuesto por ambos flancos: a lo salvaje, obviamente, pero más aún a bandidos o pistoleros que actúan en connivencia con la autoridad local.
Por eso el western es el género del «justiciero»: policía, guardaespaldas, abogado, juez y verdugo en una sola persona. Héroe polvoriento y magullado, él ES la justicia, pues no hay otra en muchas millas a la redonda.

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