8/10/11

La torre de Emil


Observa la llegada del otoño, preocupado. Y decide construir un armazón que lo ayude, en las noches largas, a recibir emisoras de radio. Su artefacto toma dimensiones inquietantes y pronto asoma, crecida en el huerto, una extraña torre en el vecindario. La apoya sobre la rueda de una Vespa desguazada. La hace girar. Explora.

Algo. Un silbido que se mueve con el cielo. ¿Será el sol, los satélites, los fuegos de artificio? No; nada encaja. Y pasarán hasta dos veranos. Le reclaman que desmonte su atracción de feria. Sanción y mientras tanto eso, eso que viene de otro lugar, de más lejos. Emil sospecha del centro mismo de la Vía Láctea situado en Sagitario pero son ya dos años, sin huerto, sin noches. ¿Cómo concentrarse?

“Se trataba de un cardiozumbido”, aclara en su recurso. Sobreseimiento. Todo en orden. No era más que un poeta, y esta, tan breve, la historia de la antena Emil que tienen ante ustedes, esa que aparece y que han visto en los tratados de la materia.


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