10/11/11

Esta historia

Philip está perplejo, toma sin cesar notas y fotos para entender los signos visibles de un mundo que se le escapa. Una catarata de instantáneas lo arrastra consigo sobre un paisaje indescifrable y espantosamente fugaz. En Alice, la niña, fortuitamente encuentra un ancla. La búsqueda de hogar para la pequeña enhebra una sucesión de pruebas frente o al borde de la desesperanza. A mí tampoco me enseñó nadie a vivir. Y es que ella, en efecto, más allá de mohínes y rabietas, obra el prodigio de sostenerlo y de devolverlo al mundo. En su compañía él descubre una forma de habitarlo; de poder contarlo y contárselo. Por eso, en la escena final –tren estrepitoso y feliz–, cuando Alice le pregunta qué va a hacer ahora, le basta con decir: Acabaré de contar esta historia.



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