21/2/12

Hiedra


Fueron castigados por su amor, y para separarlos irreversiblemente, aun tras la muerte, enterrados en flancos opuestos de una iglesia

          Para que nunca compartan la luz
          Ni los alcancen a un tiempo las sombras.


Se los tendió sobre lecho de hiedra porque esa era la costumbre desde la primera Cruzada, que el cuerpo del cristiano descansara sobre hiedra y que el pagano lo hiciera en cambio sobre madera de ciprés –pues cae, como el árbol, para no volver a levantarse–.

Esa noche creció hiedra desde sus tumbas. Desde las tumbas creció, trepó por las fachadas de la iglesia, arriba, hasta el tejado, y en el aire se encontraron mezclando sus hojas, sus tallos, entrelazando sus yemas en racimos e inclinándose el uno hacia el otro como el cuello de los cisnes.

Y decían los antiguos que aquellas dos plantas unidas exhalaban la virtud del filtro del amor. Y que ni la muerte, los amores de Tristán e Isolda, había logrado separar.

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