Ser extranjero puede ser también pura superficialidad y un riesgo para la vida. Más allá de la sorpresa inicial, uno se ve continuamente obligado a explicar por qué se encuentra ahí, sobre todo, donde sean muy dados a pedir razones.
Uno es arrastrado al exterior, una y otra vez, a la actividad, o peor, a la justificación de su actividad. La vida consiste en la consecución de un objetivo. Está destinado. Está de servicio.
Y esto en casa no ocurre. Se entiende que uno está ahí porque es de ahí y no se le supone otra cosa. Es como un monte o un río. De hecho nadie le pregunta. Tiene permiso para contemplar, o caminar, o sentarse durante horas a componer frases sin sentido sin miedo a nada. Puede ser un loco, pero es a fin de cuentas nuestro loco.
El extranjero pierde así más de lo que gana, aunque fuese una fortuna. Pierde su biografía. Cambia historia por anécdotas.
¿Y tú? Tú aún te haces la pregunta y no sabes si el precio ha sido demasiado alto.
Porque luego no es tan fácil escapar.
El lanzamiento exige una energía de escape. Energía. Escape.
20/6/12
Escape
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