31/7/15

Tanizaki: Grados de sombra

La modernidad es también destrucción de lo misterioso. A barridos de luz halógena y sustancia desinfectante, lo técnico irrumpe en lo secreto; lo arrasa. Código de barras, psicoanálisis, GPS... uno no puede ni perderse.

Ciertas artes de Oriente fueron creadas para la penumbra y el fulgor parpadeante de un candelabro. Frente a medida y proporción, una estética de los grados de sombra.

«Cuando me encuentro en (un aseo japonés) me complace escuchar una lluvia suave y regular. Esto me sucede, en particular, en aquellas construcciones características de las provincias orientales donde han colocado a ras del suelo unas aberturas estrechas y largas para echar los desperdicios, de manera que se puede oír, muy cerca, el apaciguante ruido de las gotas que, al caer del alero o de las hojas de los árboles, salpican el pie de las linternas de piedra y empapan el musgo de las losas antes de que las esponje el suelo. En verdad, tales lugares armonizan con el canto de los insectos, el gorjeo de los pájaros y las noches de luna; es el mejor lugar para gozar de la punzante melancolía de las cosas en cada una de las cuatro estaciones y los antiguos poetas de haiku han debido de encontrar en ellos innumerables temas».

Tanizaki, 1933
El elogio de la sombra, Siruela

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