30/5/06

The old man

Las maderas habían crujido durante varios días. Del piso de abajo provenía un meticuloso martilleo; podía escucharse una sierra que recortaba tablas; eran colocadas en el suelo, apiladas una sobre otra, ajustaban con un ruido sordo como de una caja de cigarros puros. Todo sonaba a buena madera.

Por lo demás, en casa se había ido acumulando el serrín. Sobre todo en los alféizares de las ventanas, podía verse una gruesa capa mezclada con el polen de abedul que, tras el largo invierno, llegaba como una explosión silenciosa.

–El hombre mayor sigue vivo. Lo he visto en las escaleras –fue todo lo que dijo al volver a casa, muy temprano, con el periódico bajo el brazo.

Es cierto que a cada hora se oyen, dentro y fuera, zumbidos de motores y golpes de herramientas. Hasta entonces yo no había considerado esa posibilidad. No había pensado en las implicaciones funerarias de la laboriosidad del vecindario. Sus jardines son espectaculares; hay flores de todos los tamaños y colores; el hombre mayor sigue vivo, atareado en su jardín.

 

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