A la orilla perdida
alcanza murmurando nuestro canto.
Las piedras no tienen lengua, ni grandes
como muelas de molino aprovechan,
no tienen sangre,
es de otro su fuerza.
Nuestro canto llega con las aguas del mar.
Qué habrá sido de ti
en la ausencia,
qué museo te da nombre, qué escena
procura cuerpo a fábulas extrañas,
a rostros suyos que llevan nuestros nombres.
El canto silba entre agujas de pino.
Se anuncia un linaje
que iza velas a todo viento,
que pisotea cantuesos y tomillos. Cuánto más
apremia el cálamo, se anhela al poeta
en un tiempo mezquino.
22/5/07
A la orilla perdida
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