22/7/07

René Char: Tenemos

«NOUS AVONS», 1962 | TRAD: J.R. GALLO, 2007

Nuestra palabra, como archipiélago, os ofrece, tras el dolor y el desastre, las fresas que trae de los páramos de la muerte así como sus dedos abrasados al recogerlas.

Tiranías sin delta, que el mediodía jamás ilumina, para vosotras somos el día consumido; pero ignoráis que somos también el ojo voraz, aunque velado, del origen.

Hacer un poema es tomar posesión de un más allá nupcial que se encuentra desde luego en esta vida, muy unido a ella, y sin embargo próximo a las urnas de la muerte.

Hay que instalarse en el exterior, al borde de las lágrimas y en la órbita de las hambres, si queremos que algo fuera de lo común se produzca, algo que era solo para nosotros.

Si la angustia que nos horada abandonase su gruta helada, si el amante en nuestro corazón detuviese la lluvia de hormigas, recomenzaría el Canto.

En el caos de una avalancha, dos piedras, esposándose en el salto, pudieron amarse desnudas en el espacio. El agua de nieve que las engullía se asombró ante su espuma ardiente.

El hombre fue seguramente el deseo más loco de las tinieblas; por eso somos tenebrosos, envidiosos y locos bajo el sol implacable.

Una tierra que fue bella ha comenzado su agonía, bajo la mirada de sus hermanas revoloteantes, en presencia de sus hijos insensatos.

*

Llevamos en nosotros inmensas extensiones que nunca llegaremos a hollar; pero que son útiles ante la aspereza de nuestros climas, tan propicias a nuestro despertar como a nuestra perdición.

¿Cómo rechazar en las tinieblas nuestro corazón antiguo y su derecho a regresar?

La poesía es esa fruta que estrechamos, madura, con delectación, en nuestra mano tan pronto se nos aparece, con su futuro incierto, sobre el tallo escarchado, en el cáliz de la flor.

Poesía, único ascenso de los hombres, que el sol de los muertos no puede entenebrecer en un infinito perfecto y burlesco.

*

Con un misterio más poderoso que su maldición redimiendo sus corazones, plantaron un árbol en el Tiempo; durmieron a sus pies; y el Tiempo se hizo amante.






NOUS AVONS


Notre parole, en archipel, vous offre, après la douleur et le désastre, des fraises qu’elle rapporte des landes de la mort, ainsi que ses doigts chauds de les avoir cherchées.

Tyrannies sans delta, que midi jamais n’illumine, pour vous nous sommes le jour vieilli; mais vous ignorez que nous sommes aussi l’œil vorace, bien que voilé, de l’origine.

Faire un poème, c’est prendre possession d’un au-delà nuptial qui se trouve bien dans cette vie, très rattaché à elle, et cependant à proximité des urnes de la mort.

Il faut s’établir à l’extérieur de soi, au bord des larmes et dans l’orbite des famines, si nous voulons que quelque chose hors du commun se produise, qui n’était que pour nous.

Si l’angoisse qui nous évide abandonnait sa grotte glacée, si l’amante dans notre cœur arrêtait la pluie de fourmis, le Chant reprendrait.

Dans le chaos d’une avalanche, deux pierres s’épousant au bond purent s’aimer nues dans l’espace. L’eau de neige qui les engloutit s’étonna de leur mousse ardente.

L’homme fut sûrement le vœu le plus fou des ténèbres ; c’est pourquoi nous sommes ténébreux, envieux et fous sous le puissant soleil.

Une terre qui était belle a commencé son agonie, sous le regard de ses sœurs voltigeantes, en présence de ses fils insensés.

*

Nous avons en nous d’immenses étendues que nous n’arriverons jamais à talonner; mais elles sont utiles à l’âpreté de nos climats, propices à notre éveil comme à nos perditions.

Comment rejeter dans les ténèbres notre cœur antérieur et son droit de retour?

La poésie est ce fruit que nous serrons, mûri, avec liesse, dans notre main au même moment qu’il nous apparaît, d’avenir incertain, sur la tige givrée, dans le calice de la fleur.

Poésie, unique montée des hommes, que le soleil des morts ne peut assombrir dans l’infini parfait et burlesque.

*

Un mystère plus fort que leur malédiction innocentant leur cœur, ils plantèrent un arbre dans le Temps, s’endormirent au pied, et le Temps se fit aimant.


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