Escribía a puerta cerrada del invisible incendio
y de la súbita ceguera que lo envolvía.
Escribía de un paraíso a través de la ventana
con la pálida belleza de un cuerpo embalsamado.
Si un pájaro acudía
él extendía la mano,
asomaba su piel entre maderas finas,
de laúd y de ámbar, de olorosa fruta
preservada en vitrina.
Quiso evitar todo riesgo.
Trazaba sobre papel verjurado
paisajes que no existen,
crepitar de leña y al alba
un zumbido de abejas,
tan tenues que se olvidan,
que nos dejan caer
en esa mórbida estética indiferencia.
18/6/08
Poema respuesta
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