25/11/08

a Doménico

Tal vez era su esperanza
que fiebre amorosa y exaltación oficinesca
formaran un todo,
lograran fundirse, una y otra,
e inextinguibles continuar ardiendo.

El no haber dormido lo transformaba,
le daba una lucidez como artificial,
una excitación no de los sentidos sino del intelecto,
la de una vida
que reniega de todo lo vulgar.

Hubiera perdurado
la aventura inolvidable de la noche,
asumido su pleno sentido, no caer,
cual ola derrumbada,
en un mar de días turbios e iguales.

Reconciliado consigo,
en paz pese a todo con su orgullo,
deslizó la tarjeta,
estampó fecha y hora
contra la realidad, por fin, indubitable.


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