«Un antiguo apotegma escolástico decía que no puede quererse lo que no se haya conocido antes, nihil volitum quin praecognitum; y tal es el principio supremo de todo intelectualismo. Al cual principio debemos oponer, jóvenes, el inverso, y afirmar que no cabe conocer nada que no se haya querido antes, nihil cognitum quin praevolitum. El deseo es primero, y su realización después. Y el deseo no surge de inteligencia.»
Unamuno, 1904
Idea retomada más tarde en «Del sentimiento trágico de la vida»
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