13/1/11

¿Qué es un profeta?

El profeta (del gr.: προφήτης [prophétes]) es un portavoz carismático de la voluntad divina. El término fija su significado en la Septuaginta como traducción del hebreo נְבִיא (nabi´), pasó a la Vulgata como “prophēta”, y de ahí a las lenguas modernas.


Es muy común el error de tomar la partícula “pro” en sentido temporal, es decir, entender profeta como "el que anticipa", "el que ve el futuro”, pero su sentido correcto es espacial: "hablar en nombre de", “expresar a” (φεµι [femí]: yo hablo; προ: adelante, hacia afuera).


Los profetas no se forman en una escuela para desempeñar su actividad, ni deciden por sí mismos convertirse en tales. No interpretan sueños, acontecimientos, ni examinan objetos físicos como huesos, entrañas, vuelos de las aves, etc. En efecto, los cultos orientales poseyeron numerosas técnicas de adivinación, generalmente preguntas en altares de sacrificio o antes de las batallas, prácticas extáticas y crearon incluso estamentos colegiales de adivinación. En Atenas se sostuvo a los adivinos a costa del erario público. Entre los romanos el uso de auspicios fue impuesto por Rómulo y observado estrictamente antes de iniciar cualquier empresa, de modo que augures y arúspices actuaron en la vida pública durante toda la república romana.


La profecía, y en sentido riguroso la profecía en Israel, es ajena a todo esto. ¿Qué es un profeta? Ante todo un llamado. Es el llamamiento lo que hace al profeta ser lo que realmente es. La vocación acontece súbitamente, por iniciativa de Dios y sin intervención relevante de la persona. Así será en cada uno de los mensajes u oráculos subsiguientes. Pese a sus poderosas dotes expresivas, la personalidad del profeta queda siempre eclipsada tras el mensaje que proclama y el ser divino de quien procede. Sería un sinsentido “aprender el oficio de profeta”. No se puede aprender, o más propiamente, sería engaño y sacrilegio.




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