2/8/11

De los baluartes


Es obra de fortificación, dispuesta a manera de ángulo saliente en las intersecciones de los lienzos o cortinas de muralla, cuyo propósito principal es cubrir el campo por completo cruzando fuegos con baluartes adyacentes.

No obstante, y cualesquiera que sean las ventajas procuradas por la construcción de tales frentes abaluartados, el arte del ataque tiene hoy una superioridad tan grande que los sitios duran menos de lo que refieren crónicas antiguas, pudiendo afirmarse incluso que no queda plaza inexpugnable. De ahí el axioma de la ciencia militar «plaza sitiada es plaza tomada», entendiendo por sitiada aquella donde se han tomado todas las providencias e interpuesto todos los medios conocidos. Tarde o temprano, salvo que fuera socorrida a tiempo por un contingente externo, la fortificación habrá de rendirse.

Los trabajos del sitiador apuntan todos hacia un único punto de brecha, elegido tras tanteo preliminar y conocido por un restringido círculo de oficiales. Otros puntos alternativos, todos fingidos, circularán entre la tropa –y en efecto serán atacados– con objeto de desconcertar, atolondrar, amedrentar y dividir al enemigo. Un ataque tenaz contra las bocas de fuego del baluarte logrará finalmente hacer inhabitables sus parapetos y extinguir sus fuegos. En una de sus caras se abrirá la brecha y, una vez sea lo suficientemente ancha y se haya allanado a cañonazos, no quedará más que atravesar el foso y dar el asalto.

Aún podría el sitiador ser detenido por obstáculos que postergasen su victoria y facilitasen al defensor una capitulación ventajosa. De tal relleno de baluartes o atrincheramiento interno se obtiene pues gran partido, pero supone cuantiosos gastos e incomoda enormemente en los periodos de paz y tantas otras guerras en que la plaza no está expuesta a sitio.

Las reglas del asedio como alegoría poética no difieren en nada de lo aquí descrito.


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