MARIBEL LÓPEZ GALLERY, BERLÍN 2010
Aun cuando sobresalgan en él cualidades de reptil –escamas, ojos sin párpados, cuello y cola anulares–, las alas son antes de murciélago que plumadas; las patas, zarpas de felino o garras de rapaz; la cabeza o cabezas como de cocodrilo, con algo de león, pantera o lobo.
Lo que podría parecer así un absurdo revoltijo de alimañas, resulta ser en cambio una criatura fascinante, horrible y bella a la vez.
En el dragón se ven reptil y ave, escamas y alas: es la Tierra y es el Aire. Tendrá tal vez espinas y aletas; cola de anguila, caimán o iguana: el Agua. El aliento venenoso y el atributo de escupir Fuego completan los Cuatro Elementos.
Su presencia amenaza caos y tinieblas. Es el retorno de la indeterminación primigenia, la unión de fuerzas inmisericordes que solo puede ser derrotada por el héroe o el dios.
Allí donde aparece, se da un combate.
Del resultado de ese combate, dependerá el nacimiento, la subsistencia o el renacimiento de un orden universal.
El dragón es puente entre mundos, y por eso, prueba definitiva del héroe.
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