9/9/11

Con un avatar

Es imposible relacionarse con un avatar. La persona reconstruye otra persona, al otro lado, a partir de lo que tiene. Si se trata de actos simples, como el juego en red, el foro de coches o los encuentros “románticos”, no hay problema; de hecho, esa indefinición o "intercambiabilidad" es una condición muy favorable. No así para empresas superiores.

Cierto autor escolar distinguía, entre las ideas que aprendemos y las que nos son innatas, una tercera categoría de ideas “facticias”: las fabricadas por combinación de otras conocidas, como el caballo con alas, la quimera o el centauro. Bien. Eso mismo sucede con el avatar. A meros indicios añadimos cualidades de muchas otras personas conocidas y, casi inadvertidamente, nos construimos una persona inexistente. A mayor memoria o imaginación del autor, mayor complejidad de la persona facticia.

Y pueden darse, por supuesto, avatares a los que se asignen varios rostros y varios temperamentos; avatares que generen un haz de seres proteicos entre los que solo uno, en el mejor de los casos, tiene vida y tiene cuerpo.

El avatar como ser fabuloso contemporáneo.



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