Viajar por viajar. Huir de qué. De cielo cambian, no de espíritu, los que cruzan el mar. Cambian los nombres y las cifras y las ropas; pero todo, en gran medida, se repite. Tú te repites. Altas nubes van y vienen; y el alma que no se muda. Que se distrae tal vez: se trae afuera. Va a su no mejor lugar. Vana empresa, entonces, caminar. Siempre, con Pascal me pregunto: ¿Qué te ahoga, o remueve, en una habitación vacía? ¿Qué retorno infructuoso? ¿Cuál?
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